Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mi alien

   No puedo más. Estoy harto de que me digan lo que tengo que hacer, adónde debo ir y con quién debo juntarme. Deber, deber, deber. ¿De qué me vale llevar una vida "perfecta" si no la disfruto? ¿Es que tengo que vivir para los demás en lugar de para mismo?
    Enfadado con el mundo en general, salgo de casa dando un portazo. En la calle hace frío, y el viento helado parece rasgarme la cara con cada paso que avanzo. Pero me da igual. Solo necesito salir de aquí, de esta ciudad, o incluso de este mundo estúpido y vivir mi propia vida; tomar mis propias decisiones. Se acabó.
    No se me ocurre qué más hacer, así que hecho correr. Paso por la panadería donde compramos esas palmeras tan secas todos los domingos; veo de refilón a mi amigo Carlos, que hace ademán de saludarme, pero empiezo a correr más rápido para escapar de él. Eso es lo que necesito un vía de escape, una salida, un billete de ida a una vida mejor. Sigo trotando velozmente por las calles congeladas mientras empiezo a tramar planes de futuro, cada cual más descabellado.  
    Podría irme a vivir a Berlin y trabajar de camarero para salir adelante. Tal vez Nueva York tampoco estaría mal, ¡pero está demasiado cerca! Brasil, eso es, Brasil es perfecto. Viviría en Río, me ganaría la vida como pudiera y me establecería allí definitivamente. Sí,sí, eso es lo que haré. Tengo dinero suficiente para comprar un billete de avión, ¡de sobra! En cuanto llegue a casa lo contaré. Uf, pero solo con pensar en casa, en lo que debería ser un "cálido hogar lleno de buenos recuerdos", como dice mi madre, se me nubla la vista. Menos mal que en Brasil todo es colorido, especialmente en Carnaval, pero también en Enero, Septiembre, Mayo y todos los demás meses. Qué buena idea he tenido, no se me podría haber ocurrido en lugar mejor para fugarme, allí seré completamente libre, no me encontr- PUM.
    Caigo al suelo con un golpe seco, creo que me he tropezado con una baldosa suelta y me duele absolutamente todo. No tengo fuerzas para levantarme y me siento como la protagonista del cuento de la Lechera, cuyos sueños se derrumbaron como un castillo de arena en la playa. ¿Acaso nunca nada me va a salir bien? ¿Ni siquiera soy capaz de correr sin caerme? Vaya mierda de vida.
     Me froto el cuello como puedo y noto un hilo de sangre deslizarse por la camiseta blanca. Ahora sí que no puedo más y me echo a llorar en mitad de la calle. Como si a alguien le importara. Es obvio que estoy destinado a morir solo, triste y a ser posible pronto, porque no tiene ningún sentido sobrevivir para sufrir, en un mundo que me odia, me desprecia, me....
    - ¡Madre mía! ¿Estás bien? Dios, estás sangrando. Tienes que ir al hospital; venga, venga, dame la mano que te ayudo.
    Delante de mí hay una chica algo más joven que yo, con pelo corto teñido de azul y grandes ojos castaños. Me mira preocupada y parece instarme a ponerme de pie; pero no oigo lo que dice. Me quedo ensimismado mirando como se mueven sus finos labios cuando habla y como tiemblan sus manos al ver la sangre. Es hipnótica.
    Acepto su ayuda y me levanto poco a poco, pero aún no consigo pronunciar ni media palabra. De mi boca solo sale un gruñido de dolor y tengo ganas de tirarme al suelo otra vez, pero entonces la veo mirarme angustiada y esbozo media sonrisa tranquilizante. Ella me corresponde con otra, a través de la cual observo unos dientes torcidos pero muy blancos. Su prominente nariz se acentúa aún más y, de nuevo, no puedo dejar de mirarla. No puedo.
    La sigo lentamente y noto como, por algún extraño fenómeno, la calle parece más colorida, como si todo fuera resplandeciente. Tal vez sea por el azul oscuro de su pelo y simplemente por su sonrisa, pero estoy seguro de que tiene que ver con ella.
    Mis pensamientos empiezan a ser más racionales y me doy cuenta de dónde estoy, a pocas manzanas de mi casa. Y yo que quería irme a Río. Camino a su lado y me percato de lo bajita que es, desde arriba parece frágil y vulnerable, pero sobre todo es preciosa. Sin ninguna duda.
   No tiene nada que ver con las despampanantes mujeres que aparecen en las revistas de mi madre, altas, delgadas, y rubias, todas iguales. Ella es diferente, ella... ¿cómo se llama?
    - Soy Diego- digo con las pocas fuerzas que he conseguido reunir.
    - Yo Lucía, encantada- me sonríe.
   Lucía, jamás un nombre me había sonado tan musical, como a gloria. Lo tarareo en mi cabeza y cuantas más veces lo susurro, más me parece de otro planeta; como si en este no hubiera suficiente belleza como para crear una palabra tan perfecta. Definitivamente, es un alien. Mi alien.


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