Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

viernes, 20 de septiembre de 2013

La estafa (IV)

   Bip bip bip. Bip bip bip. Me despierto con el insoportable pitido de mi despertador. A tientas, lo apago y sigo inconscientemente la misma rutina de siempre. Vestirse, hacer la cama, desayunar, baño, zapatos, abrir los ojos... Poco a poco logro recordar los eventos del día anterior. ¡Madre mía! De nuevo, las comisuras de mis labios se tuercen ligeramente hacia arriba y un arrebato de motivación y ganas de trabajar me recorre de arriba a abajo. Tras acabar lo que ya prácticamente se ha convertido en un ritual, me levanto de un salto con los stilettos abrochados (Dios sabe cómo, pero consigo no caerme) y me precipito hacia la puerta de entrada, que cierro con un portazo mientras espero impaciente el ascensor. 
     El camino a la oficina se me hace muy largo, aunque prácticamente voy trotando por las clles. Cuando por fin llego, le dedico una entusiasta sonrisa a la secretaria y aguardo (en lo que pasará a la historia como la sala de los sillones) la aparición de Gabriel hecha un manojo de nervios. Diez minutos después, el joven entra por la puerta y, sin siquiera mirarme marcha con paso decidido hacia el despacho que nos han asignado. Esto  si que no pueden ser imaginaciones mías, me ignora completamente. Con la cabeza baja, pues casi toda mi fogosidad se esfumado al ver su desprecio, avanzo hacia la habitación de la izquierda y, con un breve asentimiento de cabeza, me siento enfrente de Gabriel, totalmente perpleja.
   Mi compañero ya ha sacado algunos códices de la estantería de madera que ocupa toda la pared derecha y está ojeándolos con aspecto de concentración.
-Ejem...-carraspeo para hacerme notar.
Me lanza una mirada hostil y, tras vacilar unos segundos, se digna a reconocer mi presencia:
- Ve anotando lo básico del caso- dice, enfatizando la palabra "básico", como si yo no diera para más.
   Abro mucho los ojos y frunzo el ceño. ¿Pero quién se ha creído que es para mandarme? Está bien, puede que en un principio me pareciera encantador y guapísimo, pero es obvio que me equivoqué. Ahora que le veo cara a cara, no es más que un niño pijo con aspiraciones a abogado y demasiado buen concepto de sí mismo.
- Eso ya lo he hecho. Hoy tenía pensado revisar las cuentas de Jaime Alberola para buscar alguna irregularidad.
    La seguridad y el aplomo con el que respondo me sorprenden incluso a mí misma y no puedo sino sentirme orgullosa, por enésima vez en dos días, de la nueva Miranda, divertida y confiada profesional, algo desafortunada en el ámbito amoroso y con una larga lista de imbéciles engreídos en su historial.
 -¡No!-casi grita Gabriel, desconcertándome aún más, si cabe- Ya lo hago yo. Tú comprueba... los movimientos de Claire Charron.
    Esta vez soy yo la que le atraviesa con la mirada; pero, para evitar conflictos, le obedezco.
Compraventa de acciones, inversiones en bancos amigos, coches oficiales... parece que nuestra cliente se ha portado bien durante los últimos años. Aburrida, busco la carpeta con la información sobre el empresario, pero está en manos del francés, que la lee como un poseso. Noto como de vez en cuando me mira sospechosamente, pero no consigo pillarle haciéndolo. Cuando por fin suelta el dichoso portafolios tengo oportunidad de ojearlo. Más que otra cosa, me llama la atención la escasez de papeles y no puedo sino preguntarme si Gabriel tendrá algo que ver.
   Qué tontería. Por muy desagradable y egocéntrico que sea, dudo mucho que haya destruído pruebas contra el acusado. Qué tontería.
   Sin más vacilación, me sumerjo de nuevo en el duro trabajo de investigar los encuentros entre los dos gigantes, Charron y Alberola, Jaime y Claire. Tras cuatro tediosos días de soporíferas tareas inútiles, el señor Diéguez nos llama a su despacho con el pretexto de haber surgido un problema en nuestro caso.


- Disculpen las molestias, señores míos- se encoge de hombros, acariciándose la barba blanca- Ayer noche mantuve una videoconferencia por skype, ¡o cómo se llame ese cacharro con cámara! con su cliente. Por alguna razón que no ha querido desvelarme, la señora Charron me ha pedido expresamente que le aparte del Caso, señor Perrin. No se preocupe, trabajará usted de ahora en adelante con Jorge Rodríguez, un veterano abogado nuestro, ¡el mejor que tenemos! Lleva los divorcios, acuerdos matrimoniales, custodias... abogacía familiar, vaya. Usted, señorita Herrero, se dedicará en exclusiva al caso Crema, de ahora en adelante sola. Si necesita ayuda puedo remitirle a Ignacio Rota, fiscal experto en fraudes, un buen amigo mío. ¿Alguna pregunta?

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