Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

miércoles, 9 de abril de 2014

Pinturas solapadas

  Un anciano con mirada soñadora está sentado en un banco marrón chocolate, pero chocolate caducado. A su lado, una niña pequeña juega entretenida con su muñeca favorita, que se deja peinar sin oponer resistencia alguna. El hombre que les observa escondido tras un gran árbol a la izquierda, parece estar fascinado por estos dos individuos, a simple vista muy normales y corrientes. Concentrado, frunce el entrecejo, como si hubiera algo que le molestara. Tal vez sea la sonrisa imperturbable de la pepona, incapaz de imponerse ante su dueña y mantener su dignidad. O puede que los sueños del ochentón, palpables y fáciles de imaginar, le atraigan como miel a las abejas y no le permitan dejar de observar con tamaña fijación.
   Incluso es posible que ni siquiera esté contemplando a un abuelo y su nieta, sino a un padre y su hija, o a un criminal y su víctima. Nunca lo sabremos, ni tampoco el mirón conoce la respuesta. ¿Seguro que le interesa? En verdad, nunca sabremos nada sobre el cuadro del salón, pero a la vez podemos desenterrar todos sus misterios. Podemos limpiar el polvo de cada uno de sus acertijos, y cualquier solución que hallemos será correcta, porque no hay una sola pintura, sino cientos, miles y millones. Cada espectador apreciará una situación diferente, y todos acertarán. Realmente, solo somos un reflejo del curioso que escudriña a la niña y su muñeca, intentando descifrar lo que sentían.
   Quién sabe, quizás ni siquiera haya un cuadro y solo sea producto de nuestra imaginación. O quizá nosotros mismos formemos parte de él.

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