Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

martes, 8 de abril de 2014

Macedonia

    Aunque en general no suelo preocuparme por estas cosas, llega un momento en la vida de toda mujer en el que debes hacerte la Pregunta. Sí, la Pregunta con mayúsculas, porque al final es la única que cuenta: ¿qué pinto yo aquí? Pese al matiz artístico que con tan buena intención he aportado a lo que también podríamos formular como "¿qué voy a hacer con mi vida?", la realidad es cruel. Las primeras veces logras huir, luego escapas por los pelos, pero más tarde o más temprano, el misterioso interrogante te adelanta, y no queda más remedio que mirarle a la cara.
    Como muchas otras personas, gatos y perros, al principio me creí capaz de todo: física, matemáticas, idiomas, deporte. ¡JA! Por apabullante que suene, no tardas más que veinte minutos de trabajo en darte cuenta de que no vales, ni de lejos, para la mitad de lo que habías pensado. Es más, es muy probable que no sirvas para nada.
    Pero. (Siempre hay un pero). No desesperes. No, no. No hagas como yo. En verdad, no hay nada de lo que sentirse más orgulloso que del éxito inesperado. Por ejemplo, si tus habilidades en genética son equivalentes a las de un saco de patatas (de patatas frescas, todo sea dicho), pero luego resulta que apruebas un examen, ¡cómo no vas a estar orgulloso de las mil y una horas que has dedicado prepararte! Más que orgulloso, deberías estar eufórico, pletórico, mucho más que al sacar una buena nota en tu asignatura favorita. No pocas veces, conviene centrarse en aquello que no se nos da tan bien para reafirmar la seguridad en uno mismo, para demostrarnos que somos versátiles y luchar contra las barreras que nosotros mismos nos imponemos.
   Segundo pero. Cuidado, con esto no quiero decir que si eres un cerebro en... química, por ejemplo, tengas que concentrarte en aprender japonés, sino que de vez en cuando, sobre todo si tu autoestima no está precisamente por los cielos, puede resultar útil hacer un esfuerzo mayor de lo normal para autoconvencerse de la propia valía (en cuantos más sentidos mejor).
    Volviendo a mi pregunta del principio, ¡hay que ver lo que me gusta irme por las ramas! Y si tengo que sacar alguna conclusión de este terremoto de pensamientos, es que sigo tan confusa como siempre. Dudando hasta de lo que siempre había dado por sentado, y harta de dar por sentado lo que debería dudar. 
   Tercer y último pero, con nota mental incluida. Dentro de todas las preguntas que recorren como relámpagos una mente irresoluta, sólo se esconde una única verdad: Más vale emprender un proyecto que nos fascine realmente, porque si hay algo seguro, son los arrepentimientos. En los momentos malos, siempre vamos a lamentarnos de las decisiones pasadas; así que, al menos, deberíamos disfrutar de lo que en el momento parece un acierto, tarde poco o mucho en convertirse en un error.


No hay comentarios:

Publicar un comentario