Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

domingo, 27 de octubre de 2013

El cuadro

   No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
   En principio, hay que reconocer que esta famosísima expresión que repiten constantemente las madres del mundo tiene algo de verdad: muchas veces, ni siquiera somos capaces de apreciar nuestros bienes, pero cómo lloramos cuando nos quitan cualquier cosa, por ínfima que sea.
    Sin embargo, yo creo que más importante y realista que esta afirmación, es que no sabemos lo que queremos, al menos en mi caso (no se vaya a ofender nadie). Y es que, hay gente que tiene clarísimo desde muy niño a que se quiere dedicar de mayor, y son capaces de todo para conseguirlo. Tienen un objetivo compacto ante los ojos, un camino que seguir, una meta que les da seguridad y les motiva a seguir adelante. Pero luego también hay otro enorme grupo de personas que se pasan la vida buscando incentivos, buscando ese propósito que tan obvio es para los primeros.
     ¿Cómo sabemos siquiera lo que deseamos? Únicamente sabemos lo que tenemos que querer. Desde pequeños, nos han orientado a estudiar "algo con muchas salidas". Pero ¡de qué valen esas "salidas" si no se adecuan a nosotros! Tal vez quieras hacer económicas para tener un buen futuro asegurado, con una esposa guapa a tu lado y un par de hijos que tengan buenas notas en el colegio. ¿Esa es tu vocación? Al menos desde fuera parece bastante vacía, como si se la hubieras robado a otra persona. También es posible que tengas la necesidad de sentirte bien contigo mismo, de demostrarte que en el fondo has hecho algo bueno por el mundo aparte de nacer, ganar dinero y morirte dejándoselo a tu descendencia para que se acuerde de ti. Y para éstos últimos existe la fantástica opción de ayudar en un comedor social un par de días al mes, para poder presumir de ello por toda la ciudad y desprestigiar a los que de veras están interesados en ayudar a los más desfavorecidos.
    Lo mismo ocurre con muchas ONGs o incluso trabajos comunitarios: sirven de "sacacuartos" y para hacer evitar que la gente se sienta inútil. Pero cuidado, no estoy diciendo que este sea el caso de todas las organizaciones de este tipo ni de todos sus socios o voluntarios, ¡ni mucho menos! La mayoría desempeñan trabajos admirables sin esperar prácticamente nada a cambio; a mí me encantaría trabajar en un centro de apoyo o de mayores en mi ciudad.
   El problema, por supuesto, reside en como se enfoca esta ayuda. Porque muchas veces, los donantes miran con superioridad a los más pobres, sintiéndose dioses recién bajados del Olympo al ayudarlos. Y eso por supuesto, por muy noble que sea el resultado de su colaboración (que esa es otra, pues no son pocas las organizaciones de beneficencia que se han visto inmiscuidas en casos de corrupción), deja mucho que desear sobre sus verdaderos fines.
     Ahora, volviendo al tema de que no sabemos lo que queremos, parece que me ha quedado una entrada bastante moralista (demasiado, diría yo). Pero tengo que añadir que todo lo que he escrito en referencia al ámbito profesional se aplica también en bastantes casos a las relaciones personales. Tenemos una idea bastante abstracta de como sería nuestra pareja ideal y buscamos alguien que se parezca un poco a esta ilusión que nos hemos creado; pero las más de las veces esa persona lleva algunos meses allí, apoyándote y haciéndote reír de una manera tan natural que ni siquiera eres capaz de darte cuenta de que su presencia no es normal en tu vida, de que ha cambiado algo. Solo te percates cuando, tras varias discusiones incómodas, parece que se ha cansado de ti y, de un momento a otro pierdes gran parte de su cariño. Aunque claro, tienes tantas cosas que hacer que no encuentras el tiempo para contárselo a una amiga que te pueda ayudar. Tienes que tragarte lo que sientes y poner buena cara, no vaya a ser que alguien se de cuenta y desvele tu secreto.
        En definitiva y por sacar alguna conclusión de este terremoto de palabras, no tengo ni idea de qué quiero. Únicamente hay un boceto hecho a lápiz en mi cabeza, me falta decidir los colores y el lienzo para poder colgar el cuadro en el salón.



   

No hay comentarios:

Publicar un comentario