Bienvenido a mi día a día y a mi escondite. Aquí encontrarás historias, reflexiones y un poco de todo lo demás, salpicado con motas de alegría y supervivencia.

viernes, 25 de octubre de 2013

La Estafa (V)

    No entiendo lo que ha pasado. Hace apenas una semana, me trataba con desprecio, me ignoraba completamente. Parecía odiarme. Y a mí me daba verdadero asco.
   Pero ahora todo ha cambiado. Es viernes por la noche, estamos sentados en uno de los restaurantes más caros de la ciudad, esperando a que nos sirvan la cena. Ayer fuimos a la bolera, anteayer me invitó a un helado gigantesco en el parque y el martes dimos un largo paseo después del trabajo. Es completamente absurdo. No sé cómo reaccionar, ni siquiera sé por qué respondo a sus atenciones. Hasta que dejo de comerme la cabeza buscando argumentos para no estar allí con él y le miro a los ojos. A esos profundos ojos azules que me observan y alcanzan lo más profundo de mi ser, como si siempre me hubieran conocido.
   Y entonces me doy cuenta de algo obvio, que nació hace poco tiempo. Me estoy enamorando de él.
    Carraspea y me sirve más champán exquisito de la botella que acaban de traernos. De nuevo, me dedica una sonrisa perfecta y me acaricia la mano por encima de la mesa. Se inclina un poco y me mira fijamente, como si intentara descifrar mis pensamientos.
- Gracias- dice.
   Le miro interrogante y me responde con un ademán de mano, llamando al camarero. Este asiente discretamente con la cabeza y se marcha apresurado de la sala. Al instante, regresa con un ramo de rosas gigante que me entrega sin vacilar. Todo el restaurante nos está mirando. ¡Dios mío! Me ha regalado flores ¡esto es una cita! Sonrío abiertamente a Gabriel, que me mira expectante, y sin perder un segundo, me levanto le beso en la boca. Es un beso largo, dulce, precioso. Cuando nuestros labios se despegan, los demás comensales nos aplauden y los dos nos ponemos un poco rojos.
     Me agacho ligeramente y le susurro que nos vayamos, que ya no tengo hambre, que quiero estar con él y solo con él. Me coge de la mano y, juntos, huimos del establecimiento para acabar corriendo por la calle. Felices.
- Gracias- repite-, por esta semana mágica.
    Más allá de sus palabras, es su mirada, el brillo de sus ojos lo que más me impone. De alguna manera que no logro definir con palabras, parece atravesarme, ver lo que hay dentro de mí, ¡conocerme! Pero si no me conoce, qué estoy diciendo, apenas hace 20 días que nos presentamos.
¿Y qué? ¿No hablan las canciones de amor a primera vista? Pues ya ésta. Que le quiero.
-Te quiero- susurro, sin pensar. ¿¡Pero qué he hecho!? ¿Qué va a pensar ahora de mí? Siento como la sangra inunda mis mejillas, debo estar más roja que un tomate; hasta que, en el momento perfecto, Gabriel se acerca a mi lentamente y me besa en la boca. Interminable y a la vez instantáneo. Como nuestro amor. Como nosotros.
-Te quiero- afirma él también con decisión, sacándome de mis peores temores.
   Y entonces todo me da vueltas, solo me importa Gabriel, sus brazos fuertes que me rodean y no me dejarán caer, su boca con sabor a chocolate por la tarta que acabamos de compartir, su pelo suave y rizado. Él. Y yo. 
   Nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario